Cosmovisión maya: Conexión entre el cielo, la tierra y el inframundo
La cosmovisión maya es una de las expresiones filosóficas y espirituales más profundas de la civilización mesoamericana. Esta cosmovisión refleja la comprensión de esta cultura sobre el universo y su lugar en él, entrelazando lo sagrado y lo cotidiano en una interrelación constante entre el ser humano, la naturaleza, y lo divino. A través de sus mitos, rituales, arquitectura y conocimiento astronómico, los mayas dejaron un legado espiritual y científico que sigue resonando en la actualidad.
La trilogía cósmica: cielo, tierra e inframundo
Para los mayas, el universo estaba estructurado en tres niveles interconectados:
El cielo: Considerado el dominio de los dioses, el cielo maya estaba compuesto por múltiples capas, cada una habitada por diferentes deidades. En lo alto del cielo se encontraba la morada del dios supremo Itzamná, y otras divinidades relacionadas con el ciclo del día y la noche, las estaciones y los fenómenos astronómicos.
La tierra: Este plano era el espacio donde vivían los humanos y otros seres terrenales. La tierra era vista como un lugar sagrado, lleno de vida y simbolismos, y estaba conectada directamente con los elementos naturales: el agua, las montañas, las selvas y los animales. La tierra representaba el equilibrio entre el cielo y el inframundo.
El inframundo (Xibalbá): Este era el reino de los muertos y deidades oscuras. Sin embargo, el inframundo no era necesariamente visto como un lugar de castigo, sino más bien como un espacio de transformación. Los mayas creían que el alma atravesaba Xibalbá después de la muerte, enfrentándose a pruebas antes de alcanzar la regeneración espiritual o el renacimiento.
El árbol de la ceiba, también conocido como el árbol sagrado, simbolizaba esta estructura cósmica. Sus raíces se hundían en el inframundo, su tronco representaba la tierra y sus ramas se extendían hacia el cielo, conectando los tres niveles y manteniendo el equilibrio entre ellos.
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El tiempo y el ciclo eterno: calendarios sagrados
Una característica fundamental de la cosmovisión maya es su visión cíclica del tiempo. Los mayas no veían el tiempo como una línea recta, sino como una serie de ciclos interconectados que se repetían. Esta idea estaba representada por los diferentes calendarios que utilizaban.
Tzolk’in: El calendario sagrado de 260 días, que se utilizaba para definir los rituales y ceremonias religiosas. Cada día tenía una energía específica y se creía que influía en el destino de las personas y los eventos.
Haab’: Un calendario de 365 días que seguía los ciclos solares y se utilizaba para actividades agrícolas y civiles. Representaba la conexión de los mayas con la naturaleza y sus estaciones.
Cuenta Larga: Este calendario, usado para medir grandes ciclos de tiempo, era fundamental en la cosmovisión maya, ya que creían que cada ciclo marcaba un proceso de destrucción y renovación. La famosa fecha del 21 de diciembre de 2012, que generó gran expectación en la cultura popular, era el fin de un ciclo de la Cuenta Larga y el comienzo de otro, simbolizando una transición cósmica.
Relación con la naturaleza y las deidades
Los mayas mantenían una profunda conexión espiritual con la naturaleza, que consideraban animada por fuerzas divinas. Para ellos, cada fenómeno natural, como la lluvia, el viento o el sol, estaba regido por deidades que necesitaban ser respetadas y veneradas. Chaac, el dios de la lluvia, era uno de los más importantes, especialmente en las regiones agrícolas.
La vida agrícola estaba íntimamente ligada a los ciclos naturales y los rituales religiosos. El maíz, por ejemplo, no solo era el alimento básico de los mayas, sino también un símbolo de la vida y la creación. Según el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas k'iche', los primeros seres humanos fueron creados a partir del maíz, lo que reafirma la conexión entre el alimento y la divinidad.
Astronomía y arquitectura sagrada
El conocimiento astronómico de los mayas era extremadamente avanzado y estaba profundamente vinculado con su cosmovisión. Observaban el movimiento de los astros para predecir fenómenos como eclipses, solsticios y equinoccios, los cuales tenían gran importancia ritual. Este conocimiento se reflejaba en la alineación de sus pirámides y templos con eventos celestiales.
Chichén Itzá y el Templo de Kukulkán son ejemplos famosos de la arquitectura maya alineada con el cosmos. Durante los equinoccios, la luz del sol proyecta sombras que crean la ilusión de una serpiente descendiendo por las escaleras de la pirámide, representando al dios Kukulkán.
Rituales y ceremonias: Manteniendo el equilibrio cósmico
Los rituales mayas, tanto públicos como privados, estaban diseñados para mantener el equilibrio entre los humanos, la naturaleza y las deidades. Las ceremonias incluían ofrendas, música y danzas, que eran vistos como una forma de devolver la vida a los dioses y asegurar la continuidad del ciclo cósmico.
El juego de pelota maya también tenía un significado simbólico profundo. Más que un simple deporte, el juego de pelota representaba la lucha entre las fuerzas de la vida y la muerte, el cielo y el inframundo. Era una representación ritual del ciclo eterno de destrucción y regeneración.
La cosmovisión maya es un sistema complejo y profundo que refleja una interconexión entre el universo, los ciclos naturales y la humanidad. Su comprensión cíclica del tiempo, su veneración por la naturaleza y su profundo conocimiento astronómico siguen fascinando y sirviendo de inspiración hoy en día. A través de sus mitos, rituales y arquitectura, los mayas nos legaron una visión del mundo en la que todo está interrelacionado y en constante transformación, recordándonos la importancia de vivir en equilibrio con el universo.